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Hola! Soy #nueva. No se como va muy bien esto. Pero me presento. Soy una vieja criptopagana que le interesa la #literatura, la #escritura, y al #ficción interactiva y el #diseño narrativo. En el fondo soy maja (lo juro ejejej). Estoy estudiando historia del arte y me conozco chistes de monjas. Y se me dan tambien fatal las presentaciones. Pero ante todo una caballera 🧐 .
"Respeto por quien lee. Por quien araña un tiempo importante de su vida para construir nueva vida. Nada es más poderoso que la lectura, nadie es más embustero que quien afirma que leer un libro es un gesto pasivo. Leer, sentir, estudiar, entender es el único modo de construir vida más allá de la vida, vida junto a la vida. Leer es un acto peligroso porque da forma y dimensión a las palabras, las encarna y las dispersa en todas direcciones. Lo pone todo patas arriba, hace caer de los bolsillos del mundo monedas y billetes y polvo. Conocer el narcotráfico, conocer el vínculo entre la racionalidad del mal y la del dinero, desgarrar el velo que embota la supuesta conciencia del mundo. "
"¿Qué se arriesga al leer? Muchísimo. Abrir un libro, hojear páginas, es peligroso. Una vez abiertas las páginas de Émile Zola o de Varlam Shalámov no se puede volver atrás. Lo creo profundamente. Pero el riesgo de conocer esas historias a menudo es ignorado por el propio lector. No se da cuenta de ello.
Si yo pudiera cuantificar realmente el daño que causan a los poderes los ojos que conocen, las personas que quieren saber, intentaría dibujar un diagrama. Detenciones, cárceles y tribunales valen la mitad de la mitad en comparación con el peligro que puede generar conocer los mecanismos, los hechos, sentir esas historias como propias, cercanas."
Como siempre, el encuentro será por aquí el próximo domingo a las 18:30 hora de Argentina.
Dado que estamos muy tarde en la semana, avisen si llegan a leerlo, si no en todo caso podemos suspender. Les pido disculpas por no haber podido subir el enlace antes.
Brian Aldiss es un escritor de ciencia ficción birtánico hacia quien siento una mezcla de amor y odio.
Tiene excelentes ideas, que andan muy bien en sus cuentos cortos, pero en cuanto intenta escribir una novela cae víctima de sus pretensiones literarias y las arruina.
Como su compatrionta Ray Bradbury, sus escritos se centran en las personas y su visión subjetiva de los acontecimientos.
En "Los superjuguetes duran todo el verano" nos habla de la historia de un niño que sufre porque nada de lo que haga logra complacer a su mamá, y porque no puede hablarle.
Al final de la historia nos enteramos que el protagonista es en realidad un androide, un juguete con el que se entretiene una mujer a quien aún no se ha autorizado a tener hijos. Y que no puede hablarle por una falla mecánica.
Es una historia hermosa, una inversión de la fabula de Pinoccio, que nos habla de la responsabilidad que tenemos hacia los seres sintientes, sean estos humanos o artificiales.
En cuanto a Daniel Keyes, no sabía nada de él más allá de esa genialidad que es "Flores para Algernon".
Ayer leí que trabajó en los albores del comic con el legendario Stan Lee, el creador de Marvel.
Más allá de que, como todo, el cómic se ha transformado hoy en una herramienta más de la expansión cultural del capitalismo americano, hay que aceptar que desde sus orígenes contiene buena parte de la autocrítica que esa sociedad es capaz de darse.
Los mejores relatos de cómo la personalidad de las personas se manifiesta en la actividad científica están en "El alimento de los dioses" de H.G. Wells, y en "Contacto" de Carl Sagan.
Hay personas que hacen ciencia por su pasión por entender el mundo, otros lo hacen por una pulsión por crear algo trascendente, y otros como una manera de ganar estatus por sobre las demás personas.
Todos esos tipos de científicos pueden hacer grandes contribuciones, pero en su aspecto humano son completamente diferentes.
El cuento de Quiroga es un clásico del horror latinoamericano.
Es un cuento corto con un desarrollo trágico y un final horrible que nos deja sin aliento.
Esa estructura también está presente en otros clásicos del género como "La pata del mono" de Jacobs, o "La verdad sobre el caso de Mr. Valdemar" de Poe.
Son historias que, si uno las lee desprevenido y se interna demasiado en ellas, pueden dejarte sin dormir por varios días...
El punto es que la maquinaria de propaganda del capitalismo neoliberal nos ha convencido de que el camino de la mayoría es el egoísmo.
Y no es verdad. Simplemente no lo es.
Pensá en cualquier persona que quieras recordar en tu vida. Seguro que se caracteriza por sus actos de entrega. Todos hacemos eso, valoramos a la gente que da.
Claro, también hay personas que son egoístas, pero son muchas menos. Incluso nosotros mismos lo somos, en muy pocas ocasiones.
Y eso ni siquiera está mal.
Lo malo es creer que los seres humanos son solo egoísmo, y no generosidad, cuando la ecuación muestra lo contrario.
Lo malo no es reconocer lo que somos, sino creer en una imagen falsa de eso.
Mi abuela murió hace un poco más de un mes, a sus 99 años.
La cuidaba una chica peruana que vino a estudiar medicina y quedó varada aquí por la pandemia, con 19 años y sin un peso. Ahora cuida a mis padres (aunque ellos creen que solo hace la limpieza).
Hoy me pidió permiso para anotar el nombre de mi abuela entre los difuntos que serían recordados en la misa a la que va cada domingo.
Yo soy ateo, mi familia también. Pero mi abuela no lo era y tampoco lo es la chica que me pide esto. Es muy lindo que ella quiera recordarla de un modo que es importante para ella. Traté de explicarle que no importa que yo no crea, que me hace sentir muy bien que ella piense en eso. Ni siquiera sé si desde un óptica religiosa ella puede entenderlo, pero bueno.
Muchas, si no la enorme mayoría, de las contribuciones cruciales al beneficio de la humanidad, fueron hechas por personas que no buscaban la retribución personal.
Tal vez la mayor falacia del capitalismo moderno es que es el egoísmo material el que lleva a la humanidad en la dirección del futuro. No lo es. Es la pulsión por saber
El socialismo transformó un imperio retrasado y campesino en una potencia industrial pionera en el espacio, en el plazo de 40 años.
Pero todavía tenemos que discutir la falacia del egoísmo como motor del progreso.
Ningún científico es egoísta. Más allá de que muchos quieren que sus nombres queden pegados a sus contribuciones, nadie quiere dinero, o al menos no más dinero del necesario para seguir con sus investigaciones.
Algo similar pasa con los escritores, o con los artistas.
Solo las personas mediocres se justifican en virtud del bienestar material que alcancen.
El problema es que son muchos, y algunos de ellos terminaron hoy siendo muy poderosos. Demasiado.