En 1986, varios presos de una cárcel sueca participaron en un proyecto teatral para representar una obra de Beckett, "Esperando a Godot". Eran tan buenos que traspasaron las fronteras de la cárcel, los contrataban en teatros que hacían lleno para verlos.
Antes de su última actuación, última por razones obvias, como veréis, los actores-presos desaparecieron. Los esperaron y esperaron, pero no estaban. Se habían volatilizado, como Godot. Huyeron.
Samuel Beckett, al conocer la noticia, dijo que era lo mejor que le habría podido pasar a su obra.