🖤 el primer y fundamental derecho de toda persona privada de libertad es: fugarse 🔥
#RevistaLivertá
EL BUEN TRATO
(Sobre #Roscigna y la fuga del penal de #PuntaCarretas)
*De un día para el otro, los vecinos y vecinas de la cuadra amanecieron con un nuevo cartel frente a sus casas: "Carbonería El Buen Trato: venta de carbón de leña y piedra". La familia Gatti había presentado todos los papeles solicitados y, tras corroborarse su veracidad, recibían el permiso para abrir al público. Habían llegado al barrio pocos días atrás asegurando ser comerciantes provenientes de Buenos Aires. Buscaban instalarse en Montevideo y compraron un terreno en la calle Solano García 2529 con la idea de abrir una carbonería. Sin embargo, debieron aguardar las investigaciones pertinentes, ya que, justo frente a donde se instalarían, se encontraba el penal de Punta Carretas.
Con el paso de los días, la familia se fue ganando el cariño de la gente y, jornada a jornada, se lo podía ver a Gino Gatti saliendo del local con su carro repleto para hacer los repartos. En muy poco tiempo, ya eran parte del barrio. Todo continuó de esta manera hasta que, para marzo de 1931, la gente recibiría una noticia inesperada. A año y medio de su llegada, a pesar de que el negocio marchaba muy bien, el galpón cerraba sus puertas. Tras una cálida despedida, Gino agradecerá el afecto y comunicará que se volvían a Buenos Aires.
Tan solo unos pocos días después, un guardiacárcel escuchó gritos que venían desde la calle. Era un grupo de personas que habían visto a unos hombres salir desde el fondo de la carbonería y creían que eran ladrones. Inmediatamente, algunos uniformados se hicieron presentes y rodearon el galpón. En ese momento, de la puerta del viejo local, dos hombres salieron sigilosamente y, tras ver a los efectivos, volvieron sus pasos. Los policías se apuraron para no perderlos e irrumpieron por la fuerza. Frente a ellos, para su desconcierto, se encontraban dos presos del penal. No menos sorpresa sería lo que estaban por ver: a su lado, se abría un pozo que parecía no tener fin y una escalera se perdía en el fondo. Era un gran túnel de 50 m, una magnífica obra de ingeniería que contaba con caños de ventilación, lámparas cada 20 m y un sistema para emitir señales. Y, como broche de oro, el final del recorrido conectaba directamente con el baño de un pabellón.
Unos pocos minutos atrás, Miguel Arcángel Roscigna levantaba el piso de la celda con un gato hidráulico y sus compañeros empezaban la fuga. Era uno de los anarquistas que había ideado el plan y juntado fondos mediante expropiaciones, una de ellas junto a Severino Di Giovanni. Los presos acababan de fugarse y no fue poco el asombro cuando se enteraron de que el ingeniero había sido Gino Gatti. Que sus carretillas, además de carbón, llevaban tierra y piedras. Pero no había sido el único, varios habían participado del trabajo, calculando direcciones, midiendo alturas y sorteando imprevistos. Cuando el juez llegó a la carbonería, se encontró con una nota, un mensaje que les dejaban los anarquistas: "La solidaridad entre los ácratas no es palabra escrita solamente".*