Hace unos meses yo comencé a plantearme la posibilidad de ofrecerle a alguno de los bares que suelo frecuentar –soy un bicho de barra– empezar a aceptar criptomonedas como pago por sus servicios. El bar al que más solía ir (a tomar un café y un par de montaditos), a pesar mío, no parecía estar llevado por personas capaces de entender la simpleza de las criptomonedas y la utilidad que desprenden, por lo que tras un par de intentos de comentarlo con uno de los dueños (Paco, te quiero pero no hay quien te aguante más de media hora seguida) desisití cobardemente. El vacile constante con ser Mr.Bitcoin –ahora que saben ya que vale lo que vale– y antes “el bicho raro ese que anda con esas cosas raras del Bitcoin” era más de lo que mi cripto-paciencia podía aguantar…
Así que pensé, una vez eliminado el apego lógico de usar el bar que es tu lugar más instintivo (y que ya albergó una reunión de cripto-eminencias como Majamalu o Taxioviedo), empecé a buscar un sitio que REALMENTE mereciera la pena para ser el primer cripto-bar de mi ciudad: la noble y siempre culta Villa de Salamanca.
Lo primero, tenía que ser grande. ¿Por qué si a mí me suelen gustar los lugares recogidos? Porque aunque no es probable que de un día a otro se llene por culpa de las criptomonedas, sí es probable que –en unas de esas olas de adopción masiva que podrían traer los meses venideros– empiece a venir gente a esta cafetería y sala de Billar (amén de club de Ajedrez) a tener una primera experiencia de uso de las criptomonedas que posea.
https://elbitcoin.org/balabushka-criptomonedas-mundo-real/
#Ñ #España
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