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Esto es lo que ocurre en la realidad fáctica de la única política real —la de pesos y centavos— mientras nos intoxicamos con el humo ideológico de los símbolos y de las intrigas que venden en los medios de comunicación. En otras palabras, están atando la vaca y nosotros estamos discutiendo el sexo de los ángeles.
Sí, estamos como los bizantinos. Algunos estamos con las exequias de la reina pirata a la que Belcebú se llevó p’al infierno, otros con la conspiración criolla (en la que observamos cada minucia, cada detalle, un país de 47 millones de detectives) y otros con las preocupaciones del cotidiano. Lo que casi nadie observa es precisamente lo que va a determinar la vida de todos.
Esa es la especialidad de los medios, como decíamos más temprano: la ocultación. Como las gestiones de Sergio Massa en los Estados Unidos tienen una cobertura con pocos minutos de espacio, tendemos a asignarle poca importancia al asunto.
Entonces los medios no mienten, simplemente ponen la prioridad en la agenda.
El imperio recibe a Massa, expresa su preocupación, exige reformas y libera los dólares. Es tan sencilla la narrativa que hasta un poco de rabia da: “Te recibimos porque sos un interlocutor válido y te decimos que económicamente está todo mal. Por lo tanto, como sos el interlocutor válido y está todo mal, te decimos que tenés que hacer reformas. Las vas a hacer y entonces acá están los dólares”.
Ya está, nos van a meter las reformas que de otra manera jamás aceptaríamos. ¿Conclusión? Nos trajeron hasta este miserable estado de cosas para doblegar nuestra voluntad.
Exactamente como venimos diciendo en este espacio hace al menos dos años con el pacto hegemónico y el plan Massa.
No falla, nunca falla. Ellos saben por dónde apretarnos para que entreguemos el queso. Y lo entregamos nomás dando las gracias encima.

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