“Las nuevas formas de tecnología, que se caracterizan por un alto consumo energético y una enorme huella hídrica y contaminante, son sistemas que nos están llevando a una morfología digital qué necesita recursos finitos para poder existir y para poder funcionar. Esto está sucediendo en el contexto de la crisis climática y en la pugna por la supremacía digital”, explica el investigador en referencia a las inversiones de más de 700.000 millones de euros solo en los programas de IA de Estados Unidos (Stargate) y Europa. Gámez alerta de la “voracidad” de los dispositivos, que exigen cada vez más recursos y generan una mayor huella, y de los efectos rebote, que incluyen la generación de envases, basura electrónica o la obsolescencia programada, la muerte fijada del aparato ya desde su concepción por desactualización, ineficacia o caducidad de los componentes.
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