Lo bonito de trabajar en un equipo lleno de argentinos y en el que sólo somos dos españolos, es ver cómo todos acortan Sergio de formas creativas. Algunos me llaman Ser, otros Serge, otros Sergi, otros se rallan y no saben cómo llamarme, pero ninguno se atreve a llamarme Sergio porque si llamas a un argentino por su nombre completo cree que estás enfadado con él.