Rodeando lo callado
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Para mi último abuelo, valiente como un niño que no sabe lo que es el miedo.
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¿Y qué hago con el polvo de tu casa, reliquia enamorada de lo más pequeño?
Con las risas de tu hermano muerto -ángel de pesebre-
con el tren que te llevaba a los campos de tabaco,
con ese estruendo de botas negras,
con las olas que no viste más que desde lejos...
El campanario vigila de nuevo los pasos de los zagales,
apunta a sus huesos para quebrarles las voces,
enterrarlas otra vez en las acequias y que su aroma se pierda
en el hedor de un muro acribillado desde el silencio,
porque ancha es Castilla.
¿Qué hago con tus pupilas, transparentes por tanto llanto inaudible?
Acróbata condenado a la quietud del cementerio,
duende burlón de autoridades, apócrifa nota de himno falso,
puño cerrado ante la muerte, dime...
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La Susi