La cicatriz de mi madre es ahora casi imperceptible.
Han pasado muchas décadas desde que los Grises la golpeasen en la cabeza y marcasen una horizontal ahora oculta tras una conveniente línea expresión. No fue la única marca sobre su piel.
A día de hoy, uno tiene que fijarse mucho para percibir la decoloración de la piel cruzando su frente. Es un recuerdo ya difuso de la lucha por tus derechos como persona. Por tu derecho a la existencia.