En Uruguay hoy es el día nacional de la prevención del suicidio, y recuerdo -x suerte- durante mi adolescencia haber tenido 2 intentos de autoeliminación. También recuerdo una vez en que mi psiquiatra *interpretó* que había intentado matarme y por tal razón me terminaron internando contra mi voluntad por la sola *creencia* en la psiquiatra, quien determinó que *mentía* (por decir q no había querido matarme, lo cual era cierto) para no recibir el tratamiento. Mi madre, creyendo más en el sistema médico que en su hija, me sometió a tal atropello. En la clínica, uno de los *métodos* más modernos y propuestos ante los intentos de autoeliminación eran los famosos choquecitos eléctricos -a los cuales mi familia se oponía-, razón x la cual luego de unos días pude regresar a mi casa sin haber recibido más que una dosis extrema de psicofármacos.
Cuento esto porque además de la militancia en pro del acceso universal a atención pública de salud mental, considero necesario que se revean ciertas prácticas profesionales y ciertos SUPUESTOS en los que se basan los tratamientos psiquiátricos.