Mi psicóloga dice que nuestros recursos cognitivos se ven sobrecargados por tanta estimulación negativa. Lo primero que retira a sus pacientes con depresión es el telediario.
Yo conozco bien ese daño. Durante cada comida y cena familiar frente a las noticias, mi padre recalcaba religiosamente la faceta más abyecta, tramposa y materialista de España, el mundo y la condición humana.
El contrapeso de mi madre -gran defensora de la humanidad- me salvó la vida. Pero no logró impedir que heredara toda esa pesadumbre ontológica.
Quizás por eso busco a gente como Raquel, mi pareja. Es de Salamanca pero posee un talento caribeño para asimilar la desgracia desde la sonrisa, y hasta la carcajada.
Para gente como yo, en cambio, el sobre consumo de malas noticias puede considerarse una forma de autolesión. A menudo reivindicamos como "concienciación" lo que solo son cortes en los brazos.
Hoy proteger mi alegría para actuar me parece mejor acto político.