Cien casas de piedra y barro pisan las nubes talladas de nieve. Vigila perezosa la Sierra a sus hijas de pecho caliente, y les enfría las mejillas morenas para que el sol no las queme.
El candado de la bici repica contra el marco, son los guijarros del suelo empedraro; Albaycin. Se asoman curiosas las esquinas con sus reflejos blancos, se esconden cuando las paso. Un gato bosteza y me mira, hay otro entre las macetas. La tarde caliente, el café se ha quedado frío.