El sábado me encontré por la calle con uno de mis mejores amigos.
Ambos debíamos sentirnos culpables por tenernos tan abandonados, porque quedamos esa misma noche.
Me puso al día sobre la pandilla. Ya no sé nada de ellos porque me salí de todos los grupos de Whatsapp.
Y ese grupo de Whatsapp es prácticamente el único espacio donde nuestra pandilla sigue articulando su amistad; una amistad de veinticinco años hoy reducida a un intercambio de links y memes, en un clima tan intrascendente que hace casi imposible cualquier conversación personal.
Él me reprocha que soy un intensito. Que tengo que aprender a compartir a través de lo superficial.
Y razón tampoco le falta.
Pero yo me pregunto qué forma tendría hoy nuestra amistad si no estuviera exclusivamente mediada por Whatsapp, una compañía que se dedica a moldear nuestras relaciones para obtener de ellas el mayor beneficio económico.
¿Cómo sería hoy esa amistad si no hubiera sido privatizada?
#VidaSinSmartphone