El hecho de no depender de que un superior lo haga, como tampoco de seguirlo si no lo desea, dota de poder a los individuos, mostrando que cada uno es capaz de rugir en pro del honor y los valores que otorgan libertad y autonomía, toda vez que lleva el poder al lugar que le corresponde, a la casa de la gente que construye una nación, una potestad que solo los pueblos conscientes de sí mismos pueden desarrollar. [...] si una práctica de esta naturaleza comienza a hacerse extensiva, es decir, que sean los ciudadanos los que reproduzcan el grito en sus hogares, [...] se fortalecerá la unidad, la consciencia social, así como un fructífero orgullo e identidad nacional, lo que repercutirá [...] en las mentes [...] toda vez que se defiende la historia haciéndose más difícil que nos la arrebaten.