Cuanto más sé de informática, más me gustan las cosas físicas:
- Escribir en libretas.
- Dibujar planos con lápiz y papel.
- Las plumas estilográficas, con su ritual para limpiarlas y cargarlas de tinta.
- Los diarios llenos de recortes y bocetos.
- Recibir y enviar cartas manuscritas.
- Las máquinas de escribir, con su sonido cadencioso y machacón.
- Las fotografías antiguas,
- Los instrumentos musicales, por vapuleados que estén.
- Y, por supuesto, los libros viejos.
Todo eso es real, tangible y cargado de recuerdos. Por contra, el mundo digital cada vez resulta más efímero, intrascendente y agotador.