Hace años dejé todas las drogas (y el alcohol era la principal) tras serios problemas. Ahora mi vida me gusta mucho más. No tengo que luchar contra ningún ansia; ya no me apetece.
Pero a veces creo que puedo hacer cosas que en realidad no puedo.
Unas amigas celebraban ayer un concierto cumpleaños, y yo iba a pinchar después una sesión de dijing en la que mezclaba temas suyos.
Había dedicado mucho tiempo a seleccionar la música y probar a mezclarla de forma nueva e interesante.
Llegué a la sala abarrotada con mi equipo en una mochila.
Pero empecé a encontrarme cada vez peor. Sentí muchas ganas de beber.
Y a las tres canciones me tuve que ir. Le pedí a Raquel que me disculpara por no hacer la sesión.
Cuando salí del local y enfilé a casa no me sentí fracasado. Me sentí aliviado. Lúcido. Dueño de una certeza: mis viejos ambientes de consumo ya no son lugares para mí.
Volví a casa a buen ritmo, y fui feliz con el gatito en mi regazo jugando un rato a la Play. Yo elijo esta vida.