Pues parece que España se ha clasificado para la gran final de la gente que le grita a su televisor.
Y como en anteriores ocasiones, el éxito o el fracaso ha dependido de lo mucho que millones de personas que le han hablado a sus televisores, gritando, insultando, celebrando y abucheando desde la soledad sus hogares.
Pues gracias a los ingenios secretos de sus televisores, los decibelios de sus alaridos insuflan poder mágico a las botas de los futbolistas, los cerebros de los árbitros y la salud de las madres de los porteros del equipo contrario.
Así es como funciona realmente el fútbol, por lo que las críticas y burlas de los no iniciados a los abnegados gritones, no solo carecen de sentido, sino que son una muestra de radical ignorancia de la naturaleza misma de este deporte.