Todas estas tonterías de jueces campeadores iluminados por la gracia divina se acababan con una reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal que pusiese la instrucción en manos del fiscal.
A los dos días el problema solucionado.
Eso sí, al tercer día tendríamos que ver qué hacemos con todas las tonterías de fiscales campeadores iluminados por la gracia divina.
Ahora en serio: la soledad del juzgador de fondo es peligrosa. Si no escuchan al fiscal, corren peligro de escuchar voces misteriosas.