Querida loca resentida:
Que la literatura en las afueras de la fantasía -ese espléndido extrarradio- se bautice como no ficción resulta un acierto y un oxímoron. Una media hora llevaré dando vueltas a esto. Bueno, y a si mis padres estarán ya en casa; poco antes de la medianoche cuando pasé por allí aún les faltaba carretera por delante. No ficción. Tampoco científico, que serían las únicas publicaciones dignas de etiquetarse como Realidad, Realistas o sentidos análogos por redondeo, nunca en sentido absoluto sino volviendo a asir figuras retóricas para salvarnos del brutal naufragio de quedarnos sin términos. La no ficción huye de su literalidad, esquiva el axioma y dice: no somos ficción en sí misma, en un porcentaje importante, aunque por supuesto lo ficcional vive en nuestros renglones e interlineados, solo que en dosis dispersas y discretas. No ficción es ficción dosificada y camuflada. Huimos de la no ficción estricta porque es el silencio, la lápida, el Tártaro.