Ayer en clases de canto descubrí que tenía una voz escondida. Una voz potente, capaz de hacer vibrar mis cuerdas vocales.
Yo había llevado una canción compuesta por mí para trabajarla. La profe me dijo que estaba demasiado grave. Comenzó a subirla de tonalidad y cuanto más la subía, mejor afinaba yo y más chorro de voz me salía.
Casi se me saltan las lágrimas. Nunca me había oído cantar así.
Me di cuenta de por qué. Cuando yo era chaval se metían conmigo por ser un “marica”, es decir, por ser afeminado y estar siempre con las chicas.
Para huir del bulling, me masculinicé. Y asumí sin querer una voz más grave, que no es la mía.
Se lo expliqué a la profe y me dijo que a ella le había pasado lo mismo.
De niña ya era una tía grande y se esforzó por hablar y cantar grave y muy bajito para hacerse más pequeña ante los demás.
Cuando aprendió canto descubrió su propia máscara. Y se la quitó.