Son ya seis o siete años de conflicto y Viriato está cansado de matar miles de romanos y volver a la casilla de salida o peor cada primavera.
Que mola matar romanos, pero cansa.
Y ahora tiene a su merced a un procónsul y a dos legiones enteritas.
Y negocia.
Propone un acuerdo por el que Roma reconoce la independencia de Lusitania y a Viriato como «amicus populi romani», figura reservada para los reyes de reinos limítrofes con las fronteras de la República.
Y el Senado está de acuerdo.