Recuerdo unas navidades con un viaje interminable, el 23-12-1973. Días antes mataban a Carrero Blanco, y las carreteras se llenaron de controles. Con once años seguía las instrucciones de mi abuela, experta en pasar por la frontera café y mantequilla de contrabando y a mí sin pasaporte, camuflado entre sus faldas.
La contrabandista se salió con la suya y llegamos al pueblo. Me esperaba una cama con una bolsa de agua caliente. Los mayores hablaban de política, en voz muy baja.