Querida loca resentida:
La rutina de limpieza e hidratación facial que sigo se realiza mañanas y noches. Suena atrevido llamar así a lo que hago, hay que entender mis palabras por aproximación, en general. Hace meses mi cabello cambió. La parte superior izquierda crece viciada hacia la derecha creando un peinado clásico y poco favorecedor combinado con mis facciones redondeadas, excepto recién levantado, cuando tengo una cresta en mitad de la cabeza. Justo arreglar la cresta provoca el otro peinado. Solucionar un conflicto de primera hora ocasiona el problema.
Estaba terminando de aplicarme el potingue cuando he visto en el espejo a parte de mi árbol genealógico. Rasgos y formas de otras caras, rostros familiares, asomaban a través de mí. Esa epifanía me ha desangelado.
Me sentí una colonia de una suerte de gobierno supranacional extranjero más viejo que yo. Invasión. Supeditación. Vasallaje. Sin tener grandes sacos de mierda familiares (que en este momento conozca) fue desagradable verme a través de filtros ajenos, saberme diorama bajo luces prendidas sin mi permiso.
Cabe la otra lectura: ser producto de una suma milagrosa de azares. Sin rechazarla, repito, la revelación me desencantó. Continuamente busco ser yo, mezclarme, moldearme, revestirme, concebirme, y esa constatación es una losa. Ni libre albedrío ni hostias.
Voy a inventarme. Si no desde la nada sí poniendo el punto de partida lo más cerca del cero absoluto. Voy a ser yo aun siendo muchedumbre. Necesito un nuevo peinado.