Hace 44 años yo era un crío asustado que llegaba por primera vez a Barcelona, precisamente la víspera del día de Reyes. En el camino había visto por primera vez la nieve, en una nevada histórica que nos había tenido varias horas retenido en la autopista.
Llegamos a Barcelona de noche, con todos nuestros enseres metidos en un SEAT 127. Después de descargar y subir a un piso que no conocía, pero que al parecer era nuestra nueva casa, mi hermano y yo nos acostamos en camas extrañas, aunque la tensión del largo viaje, de ver camiones resbalar hasta las cunetas sobre el hielo y el pronóstico de una vida nueva e incierta, y que, joder, era la noche de Reyes, nos iban a impedir dormir.
A la mañana siguiente, unos esforzados reyes magos nos habían dejado sendos hovercraft de TENTE, y en aquel momento nos pareció un regalo algo decepcionante, porque no podíamos tener en cuenta el esfuerzo económico y organizativo que aquellos reyes habían hecho para que, en medio de aquella vorágine, pudiéramos tener al menos un regalo aquel año.
Al mes siguiente, a un coronel de la guardia civil le dio por secuestrar al Congreso de los diputados. Durante horas no sabíamos si tendríamos que guardar nuestros hovercrafts y salir pitando hacia la frontera francesa.
Si busco bien entre mis cosas, seguro que encuentro todavía las piezas para poder montarlo, y tal vez lo haga como recordatorio de tiempos felizmente superados.