Hace mucho frío, está oscuro, llevo varios días disfrutando de deliciosos placeres domésticos. La tarde deja caer sobre mí la manta pesada y mohína del aburrimiento dominical.
¿Qué hacer para entretenerse? ¿Qué hacer para revertir el tedio y su pequeña tristeza?
Nada. Pero nada de nada. Una ración dede nada como respuesta.
Si la tarde me arroja aburrimiento yo le respondo aburriéndola yo a ella.
Si la tarde me pide más acción, yo la someto mirando por la ventana con un vaso con un culo de zumo de naranja durante veinticinco minutos, hasta que el propio domingo se ponga nervioso, hasta que la propia quietud quiera moverse.
Pero no; aquí nada se va a mover. Hoy mi pasatiempo es aburrir al mismo aburrimiento. Convertir los segundos en minutos. Congelar el vuelo del tiempo.
Voy a hacerme otro zumo.