Ver para creer. Pasó una chica joven alrededor de mi casa llevando suelto a un gato blanco monísimo que, más menos, la seguía. Ella no se alejaba mucho y le decía cosas, y el gato se detenía a mirar todo y oler macetas y portales, como corresponde a los animales curiosos, pero sin perder de vista a la muchacha. Digno de presenciar.