Qué caprichosas las señoras. No es bueno que pasan dos, recién salidas del pensionista, de la gimnasia para mayores, conversando, y una mira la fachada de mi casa y dice: Esto sale por cualquier lado. Cuchi. Se acerca y hace el gesto de arrancar algo suave con las manos. <<Esto es traicionero. Hay que arrancarlo. Y todavía quedará raíz. Se mete por cualquier rendija y vuelve a brotar.>> Mentalmente le agradecí el ahorrarme sacar la mala hierba parietal. Siguen caminando y miran a mi portal. La misma señora del gesto bondadoso habla: Mira estas macetas. Lustre ninguno, no me digas tú. Esto no hay avemaría que lo arregle. Hay que ver la gente la poca gracia que tiene para las plantas...
Me siento como si hubiese practicado BDSM, habiendo transitado en el mismo momento placer y dolor.