“Cada retrato es el miedo a no saber quiénes somos”
Llego a la estación central de La Haya muchos años después de que lo hiciera Lita Cabellut (Sariñena, Huesca, 1961). La artista de origen gitano emigró a Holanda con 19 años movida por una necesidad vital: estudiar un oficio que muy pocos dominan en la actualidad, la pintura. Después de pasar doce años malviviendo hasta que fue adoptada por una familia pudiente catalana, Cabellut dejó España para formarse en la Academia Rietveld de Amsterdam. Es en Holanda donde Lita Cabellut ha desarrollado su técnica, esa calidad y textura inimitables, pintando retratos a gran escala, incorporando técnicas de frescos tradicionales con aplicaciones modernas de pintura al óleo.
Cabellut es una erudita de los pintores flamencos obsesionados con la luz, el agua y los espejos, capaces de captar ese pedazo de tiempo en estado puro (como decía Proust), ese agua flotante que aparece en el ambiente, un espectáculo silencioso que Cabellut contempla siempre que puede. Parte de culpa la tiene el Museo del Prado, el lugar que cambió su vida para siempre: Jan Van Eyck, Clara Peeters, Rembrandt, Brueghel El viejo, Rogier Van Der Weyden, El Bosco, Frans Hals, Vermeer, nacido en un precioso pueblo situado a escasos kilómetros de La Haya llamado Delft.