Esta noche me han robado mi portátil. Lo cogieron del cuadro de contadores donde yo, astutamente, lo había escondido para asistir a una fiesta en un colegio de Cataluña de la que acabé marchándome volando sobre una silla de plástico.

No os lo recomiendo para nada: las sillas de plástico en vuelo son endemoniadamente difíciles de controlar. Suerte tuve de que al llegar a Sevilla lo único que hubiera perdido fuera el portátil, que corrí a sustituir por uno mejor todavía comprándolo con el teléfono.

¡Ah, el dinero de los sueños! Eso es lo mejor de todo.