En las pequeñas ciudades andaluzas hay tres sonidos que, a distintas horas del día, se expanden por el aire e impregnan los sentidos: las campanas y los pájaros por las mañanas y al atardecer, y los niños a la salida de los colegios, con el mismo alboroto que los pájaros... Los tres se acompasan al ritmo de la vida, lo contrario de los ruidos de la construcción o el escape estridente de los motores, que remiten a la angustia de las pesadillas... Son las tres cosas que más echo de menos cuando voy a la capital o al campo.