Nada podía vaticinar que aquel día particularmente torpe en la oficina fuera el principio de la mayor plaga que arrasara la humanidad desde la última bubónica en el siglo XIV.
Al principio eran tonterías. Se te caen las cosas de las manos. Se te olvida lo que estabas diciendo. Momentos en blanco o tropiezos tontos. El primer día se saldó con dos cortes leves y un chichón. A los dos meses las cifras de accidentes laborales y no laborales encendió todas las alarmas.