Cuando afirmamos que no todos somos violadores, no tenemos en cuenta que «vivimos inmersos en un imaginario de sometimiento social de la mujer mediante el miedo y del que, de mil maneras, los hombres podemos llegar a ser partícipes; imaginario que convierte a la mitad de la población mundial en simples objetos para el ejercicio de poder masculino».
La variedad de manifestaciones de este imaginario nefasto se concreta, según su intensidad, en un violento continuo de objetualización del cuerpo de la mujer, tanto en el espacio público, para disfrute de la mirada masculina, como en el privado forzando el sexo en la intimidad de la pareja; tanto en el indeseado comentario sexista en plena calle, como ante la real y aterradora posibilidad de la violación o el asesinato. En el primer semestre de 2018 se han denunciado 4 violaciones diarias.
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