Estuve cuatro o cinco horas hablando, que a mí me parecieron media hora. La historia tenía un nivel de contaminación brutal por toda la mierda que me habían metido las ratas de cloaca para despistarme. Pero fue la primera vez que tuve medio ordenada la cosa. Le conté lo de los padres de L, que la vendían desde niña en La Moraleja, que jugaba desnuda en un Rolls con las hijas del dueño de una aseguradora. Algunas de las cosas más evidentes que me había dicho sin decirme luego que eran broma.