Nos preguntaba si nosotros seríamos capaces de cortarnos siquiera un meñique para firmar un pacto de sangre, nos decía que el resto de los padres de la gente del cole hacía negocios gracias a su padre, nos decía que no quería preguntar a nadie quiénes eran por si los conocía y luego una serie de historias que Miguel, otro amigo, decía que las habría visto en una película de vampiros o que las soñaba. L. era atractivísima, pero contaba historias muy raras. Algo no encajaba en ella.