Salí con ella, en aquella primera tanda, seis meses. Fernando no paraba de avisarme de que hablaba mucho con L. por tlf pero que no había nada entre ellos, que sólo quería hablar de mí. Luego, en verano se montó un cisco por si yo había querido ponerla los cuernos mientras ella estaba de vacaciones en Xanxenxo. Fernando dijo, muy instruido, que no podía seguir siendo amigo de alguien que traicionaba a su novia, que si faltaba a la confianza de la persona que más quería no podíamos ser amigos.