Y tan cierto es esto que jamás la propia izquierda lo tiene en cuenta al mirarse al ombligo. El papel de los enemigos en su seno está velado y todo se atribuye al último ad-hominem que corre por los pasillos. Así que siendo eso invisible en el circuito auto-destructivo de la izquierda sólo queda ir atribuyendo a los errores la función de remakes de errores anteriores, negando que toda la estructura es inservible para los valores que se defienden y profundamente útil para los valores contrarios.