Ni siquiera el ideólogo del liberalismo, Adam Smith, estaba de acuerdo con el puro egoísmo como motor de la vida. Nuestros neoliberales sólo leyeron de Smith la parte que los justifica, y se olvidan de:
“Sin importar qué tan egoísta un hombre pueda ser, hay evidentemente ciertos principios en su naturaleza que lo interesan en la fortuna de los otros, haciendo de su felicidad algo necesario para la de él, aunque no le retribuyan más que la alegría de verla.”