Mi despiste congénito me ha puesto en más aprietos. Como aquella vez en que le conté a una amiga un chiste de una coja, sin pensar que ella lo es. Se partía de risa, por el chiste no sé, pero sí por mi cara en cuanto me di cuenta de la situación.
Me dijo que eso la convencía de que yo no daba importancia a su físico, y era verdad. Es más bonita...