"Garanticemos el suministro de alimentos, garanticemos el agua limpia, aseguremos las necesidades locales, relocalicemos el trabajo, trabajemos con materiales de proximidad y montemos los sistemas locales y resilientes que necesitamos, tanto de producción de energía como de todo lo demás. Dejemos de encandilarnos con las eternas promesas tecnológicas incumplidas y salvemos lo salvable. Adaptémonos a lo que ha de venir igualmente."
El otoño de la civilización no es ni más ni menos que nuestro inexorable regreso –en principio lento– a vivir dentro de unos ciclos que nunca debimos dar por vencidos. En tiempos que cada vez serán menos complejos, pero más difíciles, vamos a tener menos energía para aclimatarnos a un invierno profundo que puede durar décadas, incluso siglos.