Le habían dicho que la culpa de que no hubiera cobertura en aquel pueblo era del viejo que vivía en esa casa. La joven frunció el ceño, se dio cuenta de que la habían engañado, mientras con una mano agitaba el móvil por encima de su cabeza en busca de datos y en la otra sostenía el cuchillo cebollero chorreante, teñido de rojo.