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Los teóricos de la globalización escribieron innumerables obituarios para la clase obrera, pero ignoraron el hecho de que el capitalismo crea sucesivamente nuevas clases obreras con nuevas fuentes de poder, padecimientos y reivindicaciones.Cuando los especialistas en ciencias sociales se refieren al período 2019-2021, destacan tres signos de crisis sistémica profunda: en primer lugar, la incapacidad de la mayoría de los Estados para responder adecuadamente a la pandemia de COVID-19, ese gran revelador de las falencias sociales y gubernamentales.
#^La (re)formación de la clase obrera
¿Qué pueden hacer las movilizaciones clasistas para frenar el deslizamiento del presente hacia la «barbarie»? Hasta hace algunos años, la respuesta de los teóricos de la globalización, de izquierda y de derecha, era unánime: «No mucho». La tesis de la «carrera hacia el abismo» plantea que la globalización creó barreras insuperables para la movilización de la clase obrera. Desde los años 1980, los partidarios de esta perspectiva escribieron innumerables obituarios para la clase y el movimiento obreros, centrados en el debilitamiento y la destrucción de las clases obreras existentes, sobre todo —y esto es significativo— las ocupadas en la producción industrial de los países centrales. Pero ignoraron las formas en que el capitalismo —por medio de transformaciones recurrentes de la organización productiva mundial— crea nuevas clases obreras con nuevas fuentes de poder, padecimientos y reivindicaciones.
Este enfoque alternativo pone el eje en la creación y reconstrucción de las clases obreras, que responden a su vez a los costados creativos y destructivos del proceso de acumulación de capital. En efecto, la ola mundial de movilizaciones de los años 2010-2011 estuvo marcada por las protestas de nuevas clases en proceso de formación y clases existentes que luchaban para conservar los derechos conquistados en ciclos anteriores. El espectro abarcó huelgas de obreros industriales en China, huelgas ilegales en las minas de platino de Sudáfrica, jóvenes desempleados y subempleados que se lanzaron a ocupar las plazas en todo el mundo y protestas contra la austeridad que se extendieron desde África del Norte hasta los Estados Unidos. El proceso terminó siendo solo el preludio a un tsunami de protestas de clase que duró más de una década y estuvo compuesto tanto por huelgas obreras como por luchas callejeras.