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Sobre las memorias de Juan García Oliver, ‘El eco de los pasos’
#^El eco del eco del eco
García Oliver –camarero, anarquista, cenetista, miembro de los grupos de autodefensa formados en la CNT tras el asesinato de Savador Seguí, exmiembro, junto a Durruti o Ascaso, de los Solidarios, ex del grupo Nosotros, inventor de la bandera roji-negra, exdefensor de BCN ante los malos el 19J y 20J de 1936, exjefazo del Comitè de Milícies Antifeixistes, ex conseller de la Generalitat, exministro de Justicia de la República, único anarquista que cruzó, vivo, la URSS, para llegar a los USA y poder acceder a México– es el autor de este complejo libro de memorias. La vida de un joven, hijo de obreros de Reus, que se busca la vida en el ramo de la hostelería, en Barcelona. De cómo, tras el asesinato de Seguí, se reúne con otros jóvenes, convocados por Joan Peiró, de noche, en la pequeña isla repleta de cañas de un río próximo a Barcelona –en el que, snif, de pequeños íbamos a matar ratas cuando nos saltábamos el cole–, para organizar la resistencia ante los atentados empresariales que se inician tras la huelga de La Canadiense. Ese río, esa isla, esa noche, son determinantes en la vida de García Oliver. Le hacen un hombre de acción, esos héroes de barrio en la Barcelona de los 20, bien vestidos, con coche, que vivían como si no hubiera un mañana. En un baile de barrio, a su paso, la gente se apartaba admirada y dejaba de bailar. Integrado en un grupo anarquista que llegó a ser un símbolo internacional, protagoniza una suerte de road movie por España, América y Europa. Vive la proclamación de la República en una cárcel española. El libro recorre los años 30 y las prácticas de Gimnasia Revolucionaria del autor y de su grupo –“los demagogos de la Revolución”, en palabras del anarquista coetáneo José Peirats–, una táctica que no recogió muchos frutos, y que significó un serio impedimento para la reorganización de la CNT, con serios problemas operativos desde el pistolerismo, y que fue ilegal de 1923 a 1931.