Carlos Beas me cuenta cómo regresó del infierno.
Eran los años setentas, la época de la guerra sucia en México. En ese tiempo él estudiaba en la universidad y colaboraba con el periódico Regeneración. Asistía a las huelgas salvajes que brotaban por la periferia, por eso lo apañaron en la colonia Moctezuma, en el campamento de una huelga de panaderos. Lo detuvo la policía, fue separado de los trabajadores y llevado a una cárcel clandestina. Eran los calabozos de la Brigada Blanca, el temido escuadrón de la muerte.
Empezó el interrogatorio, él negó ser huelguista y se excusó diciendo que había salido a comprar pan, entonces le enseñaron fotos de cuando apedrearon al presidente Echeverría en la Facultad de Medicina; Beas aparecía con una bandera negra y la frase "Viva la anarquía". Su suerte estaba echada.
Las torturas comenzaron. Después de unos días lo sacaron, pensó que lo iban a ejecutar pero lo abandonaron en un terreno baldío. No entendía por qué seguía vivo.
Al encontrarse con sus compañeros supo que anarquistas intervinieron en su liberación, en especial un profesor cuyos alumnos se encumbraron en el gobierno e intercedieron por él.
Lo anterior guarda una enseñanza implícita, a saber cuál.
*Carlos Beas es actualmente un destacado activista dentro del movimiento indígena oaxaqueño.