La especie humana no era la más depredadora, y eso el hombre no podía consentirlo, evolucionó para desarrollar su capacidad de someter e infringir dolor e inventar y perfeccionar las armas (no pienses sólo en las que hacen ¡boom!) con las que matar matarse y arrasar con todo a su paso. Conseguido, no sólo somos el mayor depredador sino que también somos la peor de las plagas.