Un fijo antiguo en el que no aparece el nº de teléfono de quien llama. Suena, lo descuelgo, digo el clásico 'diga' y aparece una voz, a la que confundo con la de mi hermana, diciendo '¡hola!'. Hablamos durante más de cinco minutos, una conversación un tanto surrealista, pero ella estaba convencida de que yo era otra ella, y yo, de que ella era mi hermana. Cuando ya no entiendo nada, le digo 'tú has bebido'. Silencio al otro lado del teléfono. Cuelgan.
Inmediatamente llamo a mi hermana y me dice que no era ella, qué con quién coño he estado hablando. Con una equivocación, le digo. Y es que el convencimiento hace milagros. Nos reímos un montón, eso sí.