Estoy en la cocina de mi casa, planta baja. Observo un movimiento extraño a través de la ventana: la gata de mi vecino y su bebé, apenas tres meses, están siendo atacados por el perro de un visitante del pueblo. Salgo a la ventana, grito al perro, conseguí despistarlo, llega el dueño del animal, le digo que lo sujete, no tiene ninguna prisa pero lo hace.
Cuando le explico que en los pueblos hay gatos y no puede llevar a un perro suelto porque puede matar a alguno, que lo lleve al monte (apenas 300 mts.) y lo suelte allí, me dice: “qué me estás contado, tía”, sacando pecho y más machote que Príapo. De repente aparece tras de mi un hombre y le dice: “que no vuelvas a dejar al perro suelto por el pueblo porque puede matar a algún gato.” Hostias, el pavo lo entendió inmediatamente.
Moraleja: hay animales sueltos, padecen de misoginia, les jode mucho que una mujer les diga que han cometido un error y se cagan cuando un hombre les pone en su sitio.