Llevo media hora gritándole a los perros que se callen de una puta vez, y en un chispazo de creatividad, he dicho la palabra mágica, que nada tiene que ver con que los perros dejen de ladrar. He dicho: "¡Uy, mira, JAMÓN!"
Y aquí estoy, en el silencio más absoluto, observado por dos perros.