Sin duda aprendemos de nuestros errores, aunque rara vez ponemos en práctica lo aprendido. Referente a las guerras, he llegado a la conclusión que son inevitables, pero porque la propia naturaleza humana nos impulsa a ello, es una suma de dos factores: un estado de disputa constante con el próximo y la capacidad de transformar esa disputa en tremendo barullo; agregue pimienta a gusto y sirva bien caliente. ¿Estamos preparados para la paz? No, o quizá, pero tememos aburrirnos: un estado de paz implica que sobra tiempo para pensar y hacer otras cosas, eso implica mucho trabajo y la flojera ganará... ahora un estado de guerra (en todos los niveles) es más conveniente (si te suenan las cifras 1 9 8 4 no es coincidencia).