Pero resulta que Jaimito Choricetti no se conforma con esto. Como el niño Tang, quiere más. Mucho, mucho más. Total, que contrata a un pobre programador de Bangladesh en Fiverr, por cinco dólares, y logra ganancias de cientos de miles sin esfuerzo alguno. Todo lo hace una computadora...
Entonces Jaimito Choricetti añade un rastreador de Google a su tienda. La gran mayoría de los usuarios no lo notan. Es un código tan pequeñito que no se nota en absoluto si no hay nerd del otro lado.
Ese rastreador deja una cookie adicional, esta vez de Google. Entonces Jaimito, además de usar tu perfil comercial casero para venderte más cosas, ahora tiene acceso a toda una consola en donde aparecen miles de datos más acerca de vos: qué otros sitios web visitás, con cuánta frecuencia los visitás, horarios de uso de tu computadora... Vamos, que Google sabe hasta qué cenaste el 28 de febrero de 2009 y si luego te tiraste un pedo.
Jaimito Choricetti pasó de ser un paleto dueño de una tienda piojosa a alguien que la CIA de los años 60 admiraría por el poder de espionaje que tiene en sus manos. Lo sabe todo acerca de sus clientes.
Y todavía sigue siendo un caso legítimo de uso de cookies, aunque esta vez hay algo que podemos hacer para mitigar el espionaje.
Veamos qué.