La realidad, la cruda fría y estéril realidad, era que no vivíamos en un mundo de coches autónomos, drones repartiendo paquetes, pagos con BTC, metaversos virtuales y colonias en Marte. La utopía libertariana de los oligarcas de Silicon Valley era una ilusión, una sombra, una ficción, que el mayor bien es pequeño, que todo en la vida es sueño, y los sueños sueños son.
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